Aquí donde es la piedra, canto mi soledad.
Al fondo está la rosa caída de su símbolo.
Yacente como un río en mitad de la noche,
el amor mancillado
muestra en las aguas turbias del río su cadáver.
La amistad de los hombres lleva una alegre máscara
para cubrir al lobo con su cáscara infame.
Un cementerio de vivos rodea mi soledad.
Diógenes hoy más que nunca sale a buscar un hombre
y no halla a quién hablarle en medio de la sombra.
Hombres de pura tierra, pisoteando tierra.
Con sus botas de barro, pisoteando el alma.
Con sus bocas profanas llenando el día de blasfemias
y salivas impuras.
Judas cruzó hace un momento por la misma arboleda
de hace dos mil años.
Proteo, el farisaico,
con la misma facilidad de los colores se transforma.
Maquiavelo, el intruso aleccionador de Príncipes,
rey de perfidias y maquinaciones,
aún va de corte en corte aleccionando tiranos.
Dionisio sigue aún de fiesta y de bacante.
Ah! esta tarde me ha dolido todo.
Me sigue doliendo todo.
Me duele hasta la caída de las hojas de los árboles.
Y más me duele el río cargado de cadáveres.
La imagen de otros días,
fugada de otro tiempo, ya no tiene edad.
……………………..
Mas no será este día con sus hombres y sus nombres
la obsesionante sombra de todos los instantes.
Al fin la noche cae como todas las noches.
Árbol de oscuras hojas y olorosas maderas.
Ruana de musgo blando que se calan los bosques.
Saya negra de niebla que se ciñe la tierra,
a sus rudas espaldas y a sus anchas caderas,
a esta misma hora en que el mundo parece un gigante dormido.