CANCIÓN DE LOS ARADOS

¡Cantan los arados!
¡Cantan los arados!
¡Cantan los arados!

Y se despierta el campo
al paso de los bueyes
que avanzan lentamente
sobre el surco dorado.

Son dos bueyes tan grandes,
son dos bueyes tan altos,
son dos bueyes tan mansos,
son dos bueyes tan tristes...
¡En sus pupilas hondas
vienen como soñando!

A la orilla del cielo
la mañana está joven
para tanta grandeza!

Hoy no me llames, río,
que ya estoy sobre el campo.
Me despertó la aurora
con su himno metálico.
Con su rumor de égloga
que anuncia la cosecha,
feliz he despertado.

Me despertó la música
de Dios sobre los surcos
y estoy oyendo ahora
la canción de los arados!

¡Hoy no me llames, fuente!
Hoy no me mezas, árbol!
La cuna en que soñaba
se me volvió milagro.

El agua y la semilla
cayeron en mis manos
y hay un río de savia
más secreto en mi sangre.

En el laboratorio
de la gleba mojada
fabrican los azúcares
la primera naranja.

Siento que soy labriego.
Llevo trigo en el alma!
La noche en que venía
se me volvió mañana…

Hoy no regreses, muerte,
que comenzó la vida
y es bello el firmamento
de mi poesía.

Hoy no me tientes, suelo,
que de volar o navegar sería
por los mares del cielo!